domingo, 26 de diciembre de 2010

Lo no dicho

-Eres muy hermética.
-Sí, como una bolsita Ziploc.
-Hablo en serio.
-Yo no. -Apagué mi cigarro y me quedé callada un rato, él entró a la casa quejándose de mí y de cómo nunca hablo sobre lo que siento, sobre lo que me pasa. Él es mi amigo desde hace muchos años y sabe que así soy, que no sé hablar.

Y no, no sé. Me había preguntado qué me pasaba, la verdad es que yo tampoco entendía bien qué era lo que traía muy adentro doliéndome en las tripas. Sólo sabía que me pasaba algo y no puedo explicar lo que desconozco. Siempre he sido callada.

Mentalmente armo diálogos todo el tiempo, calculo con precisión conversaciones que no ocurrirán nunca. Y estoy callada. Es raro, es como si sintiera que no hay relevancia en lo que pueda decir, o más bien, que no debo decir nada que no tenga la suficiente relevancia, la suficiente pertinencia. Es difícil estar conmigo.

Así empecé a escribir. Tenía la necesidad de entablar una comunicación que no me comprometiera, el anonimato y el artificio de la escritura han sido un refugio cálido y amable durante muchos años. Pero no es suficiente. Nunca ha sido suficiente.

Por lo general soy la muchachita callada de la fiesta, esa que está sentada en una esquina bebiendo sin parar de un vaso rojo y haciendo chain-smoking. Nunca sé de qué debería hablar con la gente. A veces se me acerca un fulano y trato de entablar una conversación que realmente no me interesa. Ah, mira ¿y qué estudias? ¿con quién vienes? sí, yo una maestría, en Teoría y Crítica, no, yo tampoco sé para qué sirve eso. En realidad me gustaría hablar de otras cosas, cosas que no sé cómo oralizar. Ver al fulano y preguntar ¿no te jode?, por ejemplo. A veces lo hago, a veces funciona. Casi nunca.

A veces, cuando salgo con gente que apenas estoy conociendo pienso en lo incómodo que debe resultar verme callada, con mis ojos imbéciles y mis cejas levantadas escuchando con atención. Reviso mentalmente las conversaciones posibles pero mi ineptitud social siempre me dejará callada, con esa cara de vaca que pongo cuando algo me interesa, alentando un monólogo involuntario.

Con el tiempo voy hablando más, y con el tiempo, la gente cercana aprende a leerme como si fuera un reporte o un diario, es decir, a través de mis silencios. Soy una mujer de lo no dicho

-Nunca hablas de nada importante.
-No es importante hablar de lo importante. -Y salgo de la casa, enciendo otro cigarro y me quedo viendo el árbol inmenso del jardín, pensando en cuántas veces no lo habré visto antes mientras un universo inefable me borbotea en las entrañas.

2 comentarios:

  1. A veces el jardín dice más de nosotros, que nosotros mismos.

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  2. Y qué se hace cuando tampoco se puede escribir? Eso me pasa a mí

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