Hay que dejar registro de lo que sentimos para que, si lo sentimos de nuevo, no creamos que estamos ante algo nuevo, como para saber que son sensaciones que nos acompañan desde hace tiempo. No soy una persona feliz. No soy una persona feliz. No sé si lo he sido. Y sí salgo y me río a carcajadas y tengo amigos y tengo familia y tengo un perrito adorable. Pero aún. Esto es un recordatorio, es una nota que me dejo a mí misma.
Duele. No, no es metáfora. Duele de verdad, duele en el cuerpo, en partes de tu cuerpo que no sabes nombrar porque no sabes que tienes. Duele desde dentro, un dolor pesado y expansivo. Y sólo piensas en estrellarte contra las paredes, en que el dolor te incapacite y que puedas ausentarte por unos días del reloj y del calendario. Y estás dispuesta, estás dispuesta a soportar a los doctores y a las enfermeras pinchándote y el olor nauseabundo de los hospitales porque de verdad necesitas detener todo. Tomar un respiro.
Y piensas, piensas en tus padres que te creen tan estable, tan equilibrada, piensas en tus padres inflándose de orgullo cuando les cuentas tus logros imbéciles y te da tanto miedo que sepan que estás así, temblando y muerta de dolor y de pena. Por eso no dices nada, por eso haces de tripas corazón y te metes a bañar y sales a la calle y le sonríes a los peatones. Pero no por eso deja de doler.
Y entonces tratas de explicarte y lo explicas muy bien desde lo racional y desde la serotonina y la dopamina y los traumas de la infancia. Pero no lo puedes explicar desde lo afectivo, porque lo afectivo está hecho bolas como una página vieja de periódico, lo afectivo ya ni está. Y entonces te encabronas porque en realidad no puedes explicarlo y te aborreces por idiota y por debilucha y por mal cocida.
Y tratas de pensar en cosas que te alegren, en planes a futuro, en deseos, en metas. Pero no encuentras nada, porque nada tiene sentido, porque no hay nada, porque estás hueca. Porque se olvidaron de ponerte relleno y eres sólo un material opaco y quebradizo que contiene un montón de nada.
Y entonces quieres justificar, quieres justificar el levantarte y hacer las cosas, y más allá que el no preocupar a tus padres, a la gente que te quiere, no encuentras nada porque todo es un absurdo, porque el mundo también lo vaciaron, dejaron puro significante, cascarón hueco.
Y sólo te queda escribir, dejar registro de lo que te pasa, como si al hacerlo te lo sacaras del cuerpo, pero no sale. Nunca termina de salir, está cosido a las costillas y se queda pegado.
Y luego te recuperas. Pero ya sabes que es por un rato, que es porque estás agotada. Y entonces sientes miedo, entonces te mueres de miedo y te quedas petrificada porque no lo quieres volver a sentir jamás, porque quieres ser un poco menos como tú y un poco más como todo el mundo o un poco más como tú ves a todo el mundo. Y tratas de no pensar mucho en esto último porque inevitablemente te sentirás rota, descompuesta.
Y buscas salidas, pero todo está tan oscuro que sólo puedes darte de golpes contra el mundo.
Así es como se siente, Alejandra. No te preocupes, ya lo habías sentido antes.
& así es como se siente Magnolia, pero no te preocupes, tambien ella lo ha sentido ya.
ResponderEliminarMuy buen recordatorio.
ResponderEliminarHola Alejandra, sólo para decir que te admiro mucho, te sigo desde que tenías el blog de Sólo soy yo (¿y qué le puedo hacer?) y el otro que eran dos blogs.
ResponderEliminarÁnimo y un abrazo fuerte.
Yo quisiera casarme con lo que escribes...
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