jueves, 11 de agosto de 2011

Guerra

No sé mucho de nada. Sé lo básico, lo animal: qué me gusta, qué me da miedo, qué me hace sentir segura, qué me llena de temor.

Sé que estoy cansada de leer los periódicos, de enterarme de un país que se cae a pedazos, que está pegado con saliva. De un país que me da una nacionalidad, una nacionalidad con la que cada vez me identifico menos. Un país que me duele íntimamente, en los valores que le enseñan a uno en la primaria y que, sin quererlo, se van quedando dentro de nosotros.

Me duele y de pronto no sé qué hacer, no sé hacia dónde voltear, no sé en qué creer. No me queda más que decir el dolor para ver si así se puede exorcizar, para ver si genera por ahí un eco que me haga sentir menos indefensa en medio de esta hecatombe de disparos y sangre.

No es el narcotráfico, no es la inseguridad, no es la corrupción: esos son sólo síntomas de una enfermedad social más antigua, que viene desde no sé cuándo, que viene desde antes de lo que cualquiera nos pueda contar. Combatir un síntoma sólo ayuda a permitir que la enfermedad siga avanzando. Habría que atacar directamente a la enfermedad. De nada sirven, de nada, los militares en las calles, los 40 mil muertos que, sin saber cómo ni porqué, se han atravesado en una lucha estéril que sólo nos está mermando como sociedad.

Y claro, no faltan los escépticos, los que dicen que nada se puede hacer. Yo no sé qué se pueda hacer, yo sólo tengo mi voz para quejarme, para hablar de este dolor tremendo que llevo dentro desde hace meses, de esta rabia indecible que me crece dentro como un cáncer. Y es eso lo que hago.

También están los otros, los que se quedan tan tranquilos pensando que el narcotráfico es el único problema, que si no compran drogas ya están haciendo mucho. No sólo es eso. Estamos en medio de dos frentes, podemos elegir no alimentar a uno: al ilegal, ¿pero al otro? El otro frente nos deja sin opción, el otro frente, el que supuestamente nos representa no nos deja elegir: es cuestión de ir a comprar un gansito a la tiendita para que un porcentaje de nuestro dinero se vuelva impuesto, es cuestión de pagar nuestra tenencia, la luz, el agua, para que un poquito de nuestro dinero se vuelva un arma que lo mismo termina en un "malo" que explotándole a un niño y dejándolo sin pierna, sin brazo y sin testículos. Yo no puedo estar tranquila.

Lo que olvidamos, muchas veces, es que el gobierno, como democracia que es, debe de representarnos. Es nuestro derecho y nuestro deber exigirle, hacerle ver que se está equivocando que no me está representando a mí, estudiante de veinticuatro años, cuando balacean a una familia que no se detuvo en un retén militar, cuando un montón de policías irrumpen en casa de gente inocente, amenazando, apuntando, siempre apuntando. Esas armas nos están apuntando a todos, es cuestión de ver, de fijarse, en las carreteras, en la calle, tomando un café en un Oxxo a las tres de la mañana: policías, militares, armados hasta los dientes; cargando esos aparatos que sirven, sobre todo, para dar miedo, para hacernos saber que nos pueden matar.

A mí me da miedo, a mí me dan ganas de agarrar mis cosas y mis poquitos ahorros y salir corriendo, sin importarme un cuerno el Huapango de Moncayo y el México lindo y querido, pero hay algo que me deja aquí, que me amarra: en este tanque de guerra también metieron a la gente que amo. Uno no puede dejar tanto sólo porque tiene miedo. ¿Qué me queda entonces sino hablar, sino compartir esta rabia y este temor? ¿Qué me queda entonces sino tratar de hacerme oír, tratar -sin importar lo imposible que lo vea- de hallar una resonancia, una palmada de alivio, un "no estás sola yo también tengo miedo"?

Como dije, yo no sé mucho de nada, yo sé lo que siento y sé qué no me gusta. ¿Hacia dónde habrá que voltear a ver ahora?

7 comentarios:

  1. El consuelo nos garantiza más dolor. Aguantese! Y un abrazote ;)

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  2. La naturaleza y la mecánica cuántica son sabias, por eso las cosas cambian de MALAS a BUENAS (y viceversa) cuando llegan a un extremo.

    Diiiiicen que este cambio ocurre en periodos de miles de años. Por eso en estos momentos todo mundo ama a los Mayas. Por eso a los gringos les urge conquistar la nueva Tierra Santa.

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  3. Nada es perfecto... :/

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  4. Gracias por describir exactamente lo que a mí se me queda atorado entre tanta rabia, miedo y tristeza.

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  5. Leo esto, lo comparto, lo sufro igual, apoyo la cabeza en tu texto como en un barandal de piedra y pienso, dejo de pensar. Me quedo hecho un idiota.

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