lunes, 12 de marzo de 2012

Agnes


Era su cuerpo
desde la médula hasta la epidermis
era su cuerpo.

Su cuerpo de 28 años
que era de ella.
De nadie más.
Construyó el cuerpo
que le correspondía
y había quien tenía miedo.
Un miedo imbécil
que la señalaba
entre risas y ojos pelones
cuando sus piernas
bailaban sobre la barra.

Sobre la barra
y sobre los tacones
era su lucha.

Decía el periódico:
Degollado y torturado fue hallado el cadáver de un presunto transexual en una barranca ubicada a un kilómetro del puente que cruza la autopista Siglo XXI.
Y era su cuerpo.

Desde la médula hasta la epidermis
le pertenecía y se lo arrancaron
desde la médula hasta la epidermis.

Pero la lucha, Agnes,
esa no te la quitaron.
Esa acá se nos queda,
junto a una impotencia seca
que nos vuelve la sangre de barro.
Una impotencia que se anuda a los dedos.
(Degüello. Huellas de tortura)
Una impotencia, a ratos rabia
que hierve bien adentro.
Tu lucha acá se queda.

Ellos tienen miedo, Agnes,
y se nublan con un odio de bestia.
Pero tienen miedo.
Y el miedo
–tú no lo sabes, siempre fuiste valiente–
los hace dar vueltas ciegas
tropezando contra todo.
El miedo, el odio, les quitan lo humano.

Pero ellos tienen miedo, Agnes
y ahí estará tu triunfo:
porque acá, los que nos quedamos,
estamos furiosos,
estamos indignados,
estamos tan tristes.
Pero no tenemos miedo.

4 comentarios:

  1. No tendremos miedo.

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  2. Alejandra, si usted me lo permite le mando un abrazo fuerte de camaradas; es usted un ser humano hermoso apoyando a otros seres humanos.

    Buena vibra.

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  3. Felicidades, Alejandra. Buen poema, buena furia, buena valentía.
    Un abrazo.
    Y yo tampoco tengo miedo.

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  4. Acabo de llegar, traje mis ojos.

    Buenos días.

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